Soledad y compañía de las palabras

Toda mi vida no he hecho otra cosa que acompañar soledades. En primer lugar, la mía. Luego, la de los libros, esos objetos separados que no saben que están solos y que nos hacen sufrir. Después, la de los animales, que la experimentan como una sensación de inquietud en el cuerpo; por último, la deSigue leyendo «Soledad y compañía de las palabras»

Lo lejano en el libro

Quizás se pregunten el por qué me presento hoy así ante ustedes. Solitario. Cuando lo usual es plantear una conversación con otro escritor que, de alguna manera, válide la obra: “he aquí una obra que merece ser leída” Pero este libro quizás necesite estar solo, desnudo. Pues es una obra de soledad. No cualquier soledad,Sigue leyendo «Lo lejano en el libro»

Dostoyevski o la fatalidad

Sólo existe la fatalidad. He ahí la respuesta de Dostoyevski a esa pregunta tan humana por la existencia o no de libertad. A lo largo de la novela se nos recuerda, de manera constante, que hay un determinismo biológico y cultural del que no pueden escapar sus protagonistas: la naturaleza del alma rusa y elSigue leyendo «Dostoyevski o la fatalidad»

Ustedes, que vagan sin rumbo

Leo libros. Pero también me gusta escribir sobre ellos. Y sobre las bibliotecas y los lectores que acuden a estos curiosos recintos. En mí, como en todos los solitarios, los libros ocupan el lugar de un interlocutor. Desear un solo conversador, aunque omnisciente, como en los pueblos semíticos, me es ajeno por sensibilidad. Necesito muchos,Sigue leyendo «Ustedes, que vagan sin rumbo»

El gato de Simenon

¿De qué está hecho el amor? Esa parece ser la pregunta a la que responde Simenon en esta novela. Y la respuesta, sin embargo, no es simple. Los protagonistas de la historia son una pareja de ancianos que se profesan un enconado desprecio, un odio feroz. A pesar de esto, es uno de los relatosSigue leyendo «El gato de Simenon»

La nieve sucia de Simenon

Algunos escriben acerca del mal porque es todo cuanto conocen. Son cronistas de la maldad. Otros, narran con una curiosidad malsana que difícilmente oculta su admiración. Si pudieran encarnarían a sus personajes, aunque carecen del valor para hacerlo. Unos pocos, como Dostoievski, Nietzsche o Coetzee lo hacen estimulados por el deseo de conocer a losSigue leyendo «La nieve sucia de Simenon»

El Paraíso de Gurnah

Poco o nada sabíamos de Gurnah cuando le concedieron el Premio Nobel. ¿Por qué seguía siendo para nosotros un escritor secreto, a pesar de sus dos nominaciones al Booker internacional? Quizás por la sencillez y precisión de su prosa y por la paciencia con la que va narrando sus historias. Yo mismo, mientras leía, meSigue leyendo «El Paraíso de Gurnah»

El mar

I El niño creyó, por un momento, que el mar había contenido su aliento. Entonces dejó de gritar, atento a cualquier señal que pudiera venir de la lancha, esa penosa embarcación que flotaba sobre la cálida superficie del agua. El desolado grito de un ave quebró la espera. Y el mar, como sacudido de suSigue leyendo «El mar»

Al morir las cosas:

Las cosas mueren. Sobre todo, las más pequeñas, las más anónimas. Esas cuya existencia, sin noticias para el exterior, prefiguran a la muerte. No ser nadie y no haber existido se parecen. Pero haber vivido es irrevocable. Aun si el tiempo o los hombres se empeñan en borrar lo que ha sido. Rescato historias queSigue leyendo «Al morir las cosas:»

Confianza

    El primer hecho que lo conmovió, tras volver de la primera cirugía, fue la seguridad con la que unos patitos nacidos en lo alto de un samán, se arrojaban confiados al suelo después de la llamada de la madre. No pensaban, no temían, sólo se dejaban caer desde una altura imposible, para reunirseSigue leyendo «Confianza»