Pequeños apuntes

La fragilidad de las primeras nieves, recuerda en mucho a la memoria, que tiende a fundirse y a desaparecer con el tiempo. También recuerda al agua del deshielo, que corre sin destino hasta perderse. ¿En qué paraje se halla ahora? Finalmente, evoca la existencia de los seres, cuya forma es la caducidad. Nada que haya existido, existirá jamás. Todo lo que una vez entró a la memoria, ha desaparecido para siempre, pues la memoria no es otra cosa que una forma conmovedora de invención.


¿Por qué en la sala fría del hospital, el recién nacido, que prorrumpe en llanto, te reconforta? Porque sabes que hay en ese grito, la fuerza disruptiva de la vida, su reclamo, que se opone tenaz a la mudez de la muerte, al silencio mineral y opaco de la materia.


Pequeños obsequios hechos por muchachas, alguna vez:

El silencio enviado en una pequeña nota de voz.
Una caricia para acallar la soledad más profunda del cuerpo.
Pequeños detalles que a nadie más confiaban.
Un poema aprendido en un pueblo lejano con la esperanza de que llegara a gustarme.
La cita diaria en el computador y su previsible cansancio.
Un Buda de piedra, en el que no creo.
La intimidad de unas manos que tomaron las mías dentro de un taxi.
Una existencia, que fue motivo de felicidad (como quería Spinoza).
La arena que reposa en el cajón.
Un libro que permanece cerrado.
Mi recuerdo atado a un libro o a un autor.
Alguien que cree haberme visto.
Una llave que jamás tuvo cerradura.
Irreconocible, mi recuerdo en una memoria ajena.
Una nota escrita en el estilo ceremonioso de Kant y que quería ser tierna.
Un nombre, diferente del mío, cercano al amor.
El olvido, que es otra forma más honda de existencia.
Otra nota que llegó antes del lanzamiento de un libro.
Tu espera.

Publicado por Carlos Andrés Jaramillo

Poeta, narrador y filósofo colombiano.

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